Adoración que trae Gloria

 

PREDICACIÓN DEL 11 DE NOVIEMBRE DE 2024:

Pastor Antonio Russo

 

ADORACIÓN QUE TRAE GLORIA

 

La semana pasada tratamos un tema fundamental para nuestras vidas, relacionado con la alabanza y la adoración, comenzando una nueva serie de enseñanzas que profundizarán en este tema. Así que, preparémonos para entrar en una comprensión más profunda de la adoración auténtica que nos lleve a una relación más íntima con Dios. El Pastor comenzó contando que durante el Avivamiento 2024 en Monza, el apóstol Lirio Porrello compartió un mensaje que resonó con lo discutido en el mes de octubre: un llamado a una "transición hacia la gloria final". Esta es una transición espiritual que nos prepara para un despertar caracterizado por la gloria de Dios, un despertar que no dependerá de un solo líder o profeta, sino que será llevado adelante por toda la Iglesia, llamada a manifestar la gloria de Dios en toda Su plenitud. Deseamos estar listos para que, cuando Dios se mueva, podamos responder sin vacilación, con corazones alineados a Su voluntad.

Salmos 37:4; 4 Pon asimismo tu delicia en Jehová, Y él te dará las peticiones de tu corazón.

Uno de los riesgos más graves para la Iglesia de hoy es la tendencia a convertir la adoración en un simple entretenimiento. Muchas congregaciones, quizás para intentar atraer a personas o mantener su atención, están centrando su enfoque en espectáculos y programas, en lugar de una verdadera adoración. Sin embargo, Dios no nos ha llamado a hacer entretenimiento, sino a ser verdaderos adoradores, que Lo honran en espíritu y en verdad, ya que la adoración auténtica se basa no solo en el talento musical, sino en la unción divina.

Isaías 10:27; 27 Y acaecerá en aquel tiempo, que su carga será quitada de tu hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo se empodrecerá por causa de la unción.

La unción de Dios rompe el yugo y transforma profundamente a las personas, llevándolas a una comunión auténtica con Él. Sin unción, incluso el mejor talento permanece estéril, incapaz de producir cambios reales en los corazones de las personas. Sin embargo, cuando la unción está presente, incluso el canto más simple puede convertirse en un canal de transformación y liberación para aquellos que lo escuchan. La unción es lo que trae la presencia de Dios a nuestra alabanza, y es lo que marca la diferencia entre una actuación y una adoración que toca el corazón de Dios. Otro error común es transformar la adoración en un momento dedicado a nuestras necesidades personales. Si bien es natural que haya momentos de oración en los que llevamos nuestras necesidades a Dios, la verdadera adoración siempre debe estar centrada en Dios mismo, no en nosotros. Algunas canciones pueden tocar el corazón de manera emocional, pero no alaban directamente a Dios. La verdadera adoración debe poner a Dios en el centro, no nuestras peticiones o emociones. Por ejemplo, algunas canciones pueden evocar sentimientos fuertes y tocar nuestros corazones, pero Dios desea que Le adoremos por Quién Él es, no solo por lo que puede hacer por nosotros. En las Escrituras, encontramos una advertencia sobre la importancia de una adoración que sea establecida y ordenada por el propio Dios. La historia de Nadab y Abihu, los hijos de Aarón, contada en Levítico, es un ejemplo de lo que sucede cuando se ofrecen actos de adoración que Dios no ha ordenado.

Levítico 10:1; 1 Y LOS hijos de Aarón, Nadab y Abiú, tomaron cada uno su incensario, y pusieron fuego en ellos, sobre el cual pusieron perfume, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó.

Este episodio advierte a la Iglesia de basar cada acto de adoración en los mandamientos de Dios, evitando así ofrecer un “fuego extraño” que no es agradable y manteniendo una adoración auténtica que refleje una vida realmente consagrada. Dios mismo, a través de Moisés, enfatiza que quienes se acercan a Él deben hacerlo en santidad y obediencia, para que Él sea glorificado ante Su pueblo. De hecho, este concepto de “fuego extraño” se explica aún más, indicando que representa un tipo de adoración carente de santidad y obediencia, basada únicamente en actuaciones o emociones. Además, la ausencia del poder de Dios es una característica del fuego extraño; de hecho, una adoración que se limita al talento humano, sin estar acompañada del poder del Espíritu, puede tocar solo las emociones de los presentes, pero no transformarlos. Jesús nos enseñó que Dios busca personas que no se limiten a realizar acciones exteriores, sino que adoren en espíritu y en verdad, con sinceridad y autenticidad. En el Evangelio de Mateo, Jesús cita a Isaías para resaltar la importancia de tener un corazón sincero en la alabanza.

Mateo 15:7-8; 7 Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo: 8 Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón lejos está de mí.

La verdadera adoración nace de un corazón puro y deseoso de conocer a Dios, porque no es suficiente cantar o hablar de Él; es fundamental que nuestra alabanza refleje nuestra fe y nuestro amor por Él, expresando nuestro profundo deseo de acercarnos a Dios. En el Libro de Apocalipsis, aprendemos que el propósito de Dios es una verdadera adoración continua, que se expresa a través de una alabanza completamente centrada en Él.

Apocalipsis 4:8; 8 Y los cuatro animales tenían cada uno por sí seis alas alrededor, y de dentro estaban llenos de ojos; y no tenían reposo día ni noche, diciendo: Santo, santo, santo el Señor Dios Todopoderoso, que era, y que es, y que ha de venir.

En este pasaje, los seres celestiales adoran a Dios sin cesar, mostrando que la adoración debe estar totalmente dirigida a Él, sin distracciones ni compromisos. En el cielo, la adoración está exclusivamente centrada en la santidad y majestad de Dios, sin consideración por las necesidades individuales de los seres celestiales; nosotros también estamos llamados a hacer lo mismo, alabándolo y glorificándolo con todo el corazón. Dios nos ha dado a muchos de nosotros talentos para usar en Su alabanza, pero es la unción la que transforma la alabanza en algo poderoso, capaz de romper yugos, sanar y liberar almas. En Apocalipsis, Dios es descrito como el Creador que merece toda la gloria y el honor:

Apocalipsis 4:11; 11 Señor, digno eres de recibir gloria y honra y virtud: porque tú criaste todas las cosas, y por tu voluntad tienen ser y fueron criadas.

Vivir para dar gloria a Dios nos permite adorarlo de manera auténtica y experimentar Su poder, porque una adoración genuina significa dar gloria a Dios con nuestra vida y mantener una actitud constante de respeto y honor hacia Él. Otro tema fundamental en acción hoy es la transición de la Iglesia de un simple templo que sirve a la esposa de Cristo que adora. Este cambio de identidad se describe como un paso crucial para la comunidad cristiana, que debe aprender a vivir su relación con Dios con un corazón enamorado y fiel. La Iglesia está llamada no solo a ser un lugar físico donde se realizan actividades de culto, sino a convertirse en la esposa enamorada de Cristo, que vive en Su presencia y espera Su regreso. Esta transformación implica un cambio de mentalidad: no se trata solo de cumplir con deberes religiosos, sino de vivir cada día en adoración e intimidad con Dios. Esto hará que en las actividades cotidianas sintamos el deseo espontáneo de alabar a Dios, una señal de que el Espíritu Santo nos está atrayendo a Su presencia. Ser la esposa de Cristo significa tener un corazón que se mueve hacia Dios, listo para responder a Su llamado en cualquier momento. En la adoración hay un poder que Dios ha puesto en el sonido de nuestra voz; de hecho, otro signo de esta transición es el surgimiento de un nuevo canto, un sonido que glorifica a Dios y despierta el corazón de la esposa. La historia de la caída de los muros de Jericó es un ejemplo perfecto de cómo el sonido, cuando es guiado por Dios, puede transformar una situación imposible. Israel caminó en silencio alrededor de los muros de Jericó durante seis días, pero en el séptimo día, al sonido del shofar y al grito del pueblo, los muros se derrumbaron, demostrando que hay poder en la alabanza expresada con fe y obediencia. Cada vez que adoramos con sinceridad, Dios se mueve y cambia la atmósfera espiritual a nuestro alrededor, mientras que nuestra voz, ungida por el Espíritu Santo, se convierte en un vehículo de poder capaz de derribar muros espirituales y abrir nuevas puertas. En la Biblia encontramos tres arcángeles principales: Miguel, el líder del ejército celestial; Gabriel, el mensajero; y Lucifer, quien originalmente era el adorador. Aunque Lucifer inicialmente tenía un rol sagrado, cuando se rebeló se convirtió en Satanás, perdiendo su propósito y su rol. Esto nos recuerda la importancia de la adoración y de la fidelidad al propósito que Dios tiene para nosotros, porque de lo contrario, corremos el riesgo de perder nuestra verdadera identidad. En los Salmos, hay un pasaje que nos exhorta a cantar un nuevo canto al Señor:

Salmos 40:3; 3 Puso luego en mi boca canción nueva, alabanza á nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y esperarán en Jehová.

Dios desea darnos nuevos cantos, una señal de una Iglesia despertada y lista para vivir en comunión con Él, cantos que tienen el poder de ahuyentar las tinieblas y despertar al pueblo. Sabéis, entre los ministerios de la Iglesia, el grupo de alabanza es el más atacado por el enemigo, porque el diablo es consciente del poder de la música para llevar los corazones hacia Dios. Por esta razón, es fundamental que el grupo de alabanza se mantenga puro y unido, evitando ambiciones personales o deseos de exhibición, porque la adoración debe ser una respuesta sincera a Dios, no una búsqueda de aprobación humana. Cuando el grupo de alabanza se mantiene fiel a su llamado, la presencia de Dios se manifiesta de manera tangible en la comunidad, trayendo sanidad, liberación y milagros. Dios llama a la Iglesia a no permanecer estática; por eso, debemos entender que Su avivamiento espiritual se basa en tres elementos fundamentales: "revelación", "adoración" y "oración continua". Sin una revelación constante de Dios, el crecimiento espiritual de la Iglesia está limitado, porque Él no puede manifestarse en una comunidad que no recibe revelación, ya que Su presencia está vinculada a una constante apertura a la novedad del Espíritu. Cuando la Iglesia adora a Dios con sinceridad, puede recibir nuevas revelaciones sobre Él, lo que permite a la comunidad experimentar niveles más profundos de conocimiento e intimidad con Dios. En otras palabras, el nivel de revelación de una Iglesia determina el grado de manifestación del poder divino. Una comunidad que conoce a Dios solo como Salvador experimentará un aspecto limitado de Su presencia, pero una Iglesia que conoce los diversos aspectos de Dios puede vivir en una comunión más completa con Él. La Biblia usa alrededor de 300 nombres para describir a Dios, cada uno de los cuales representa un aspecto de Su carácter y Sus obras, y nosotros solo conocemos 7; conocerlos significa descubrir quién es Él y lo que hace, ya que cada nombre revela una parte de Su naturaleza. Recordemos a Jacob: de "tramposo", Dios lo transformó en "Israel", es decir, "príncipe de Dios", cambiando así su carácter. Lo mismo ocurrió con Pedro, cuyo nombre original, Simón, significaba "caña" y representaba inestabilidad, pero Dios lo renombró Pedro, es decir, "roca", como símbolo de estabilidad. Una adoración profunda y auténtica nos permitirá comprender quién es Dios a través de Sus nombres, permitiéndonos entrar en una relación más íntima con Él y abrazar las diferentes dimensiones de Su esencia. Jesús mismo enseñó la importancia de acercarse a Dios con el corazón de un niño.

Mateo 21:16; 16 Y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dice: Sí: ¿nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?

Los niños representan un modelo de adoración pura, no contaminada por pensamientos carnales o ambiciones humanas. Dios busca una adoración simple y sincera, nacida de un corazón agradecido y libre de preocupaciones, y ser como niños significa abandonar la complejidad de los pensamientos mundanos para presentarnos a Él con un corazón puro y transparente. La Biblia enseña que Dios valora una alabanza espontánea y genuina, que surge de la simplicidad, porque este tipo de adoración nos permite entrar en una comunión profunda con Él, experimentando Su presencia de manera tangible.

Juan 4:22; 22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos: porque la salud viene de los Judíos.

Jesús dijo estas palabras a la mujer samaritana para recordarnos que muchas personas adoran lo que no conocen, y esto sucede porque dentro de nosotros hay un deseo innato de adorar. La palabra "adoración" está relacionada con el concepto de valorar; por lo tanto, lo que consideramos valioso es lo que adoramos. Debemos dar a Dios el valor que Él merece y adorarlo, evitando atribuir nuestra adoración a cosas como el dinero, el trabajo y las cosas materiales, que no merecen nuestra veneración. En el siguiente versículo de Juan, Jesús revela la esencia de la adoración auténtica cuando dice:

Versículo 23; 23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que adoren.

Este pasaje enfatiza que Dios busca adoradores que no estén enfocados en sí mismos, sino que coloquen al Padre en el centro de su adoración. Adorar en "espíritu y verdad" es puro, no influenciado por deseos personales, e invita a vivir una relación transparente con Dios, sin ocultar nada. Adorar en espíritu significa hacer espacio para Dios en cada aspecto de nuestra vida, dejando que Su Espíritu opere sin obstáculos. Jesús aclara que la adoración no puede basarse solo en las emociones o en nuestras necesidades, sino que un adorador auténtico se acerca a Dios con sinceridad y humildad, dejando de lado cualquier pretensión. Cuando adoptamos esta mentalidad, nos conformamos más y más a la imagen de Dios, acercándonos a Su carácter y virtudes; de hecho, cuanto más crece nuestra adoración, más reflejamos el amor, la compasión y la paciencia de Cristo. Una Iglesia transformada está directamente relacionada con el nivel de adoración de sus miembros, influyendo en su propia naturaleza.

2°Corintios 3:18; 18 Por tanto, nosotros todos, mirando á cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor.

Este principio destaca que nos volvemos semejantes a lo que adoramos, porque adorar a Dios nos lleva a una conformidad cada vez mayor con Su carácter y Su gloria. Dios no busca simplemente músicos o cantantes, sino adoradores que, reflejando el corazón de Cristo, se convierten en embajadores de Su presencia. Cuando adoramos a Dios sinceramente, nos acercamos a Su corazón y desarrollamos cualidades divinas, como el amor y la compasión, que nos permiten testificar Su mensaje al mundo. Dios desea que Su pueblo se sumerja en esta transformación, convirtiéndose en un testimonio visible de Su naturaleza y viviendo una relación fundada en el amor y la fidelidad.

 

 

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