La ayuda del Espíritu Santo en la oración
PREDICANDO EL 07 DE JULIO DE 2024:
Pastor Antonio Russo
LA AYUDA DEL ESPÍRITU SANTO EN LA ORACIÓN
Este servicio de culto comenzó con una aclaración de que lo que se compartía era una enseñanza, por lo que se nos invitó a estar atentos, abiertos y a tomar notas, registrando lo que escucharíamos, para poder revisar y meditar posteriormente. Así que comenzaremos leyendo juntos un versículo del Evangelio de Juan, que relata algo que dijo nuestro Maestro Jesús.
Juan 16:12; 12 Aun tengo muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar.
Creen que cuando Jesús habló con los discípulos en estos versículos, aún no habían nacido de nuevo y, por lo tanto, no tenían discernimiento y sensibilidad espiritual. En otro pasaje del Evangelio de Juan, Jesús, anticipando la venida del Espíritu Santo, dice: "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, nos guiará a toda verdad". Buena noticia: el Espíritu Santo ha venido y ahora está aquí entre nosotros, así que regocijémonos y agradezcámosle, diciendo: "Gracias, Espíritu Santo, porque no estamos solos; Tú estás con nosotros". El Espíritu Santo nos guía a toda verdad y siempre nos lleva a la Palabra, por lo que no busquemos opiniones en las redes sociales, porque Él siempre nos inspirará con la verdad. Estar abierto a Su guía significa no entristecer al Espíritu Santo, quien nos prepara para recibir lo que actualmente no comprendemos. Para saber si alguien está en la verdad, preguntémosle a Él; Él no habla por sí mismo, sino que informa lo que ha oído del Padre y de Jesús, también revelándonos cosas por venir. Crecer en intimidad con Él, especialmente a través de la oración, nos ayudará a evitar mucho daño, heridas y desilusiones; por lo tanto, debemos aprender a pedir y someternos a Su guía, confiando plenamente en Él.
Judas 20; 20 Mas vosotros, oh amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando por el Espíritu Santo.
Este pasaje nos exhorta a todos a crecer y progresar continuamente en nuestra fe, orando en el Espíritu Santo. Saben, una de las cosas que el Espíritu Santo nos ha enseñado es a orar en otros idiomas, descrita en la Biblia como una comunicación directa con Dios, nacida de Su corazón e inspirada por el Espíritu Santo en nosotros, mientras nuestra mente permanece infructuosa, como Pablo describió en sus cartas a los Corintios. Esta forma de oración requiere buscar revelaciones, ya que pronuncia misterios que deben ser conocidos y revelados en nuestras vidas, un velo que debe ser retirado para abrir nuestros ojos. Por lo tanto, es crucial discernir entre la oración que surge de nuestra necesidad y la que nace en el corazón de Dios, porque solo aquella que nace en Su corazón será escuchada. Jesús y el Espíritu Santo interceden por nosotros ante el Padre, y debemos abrazar con alegría esta realidad en lugar de quejarnos de ser ignorados. Debemos aprender a orar con humildad, pidiendo al Espíritu Santo que nos enseñe y nos guíe, para que nuestra oración siempre esté inspirada por Él y refleje la sumisión y dependencia divina que Jesús nos enseñó a seguir en nuestra relación con el Padre.
Lucas 5:15-16; 15 Empero tanto más se extendía su fama: y se juntaban muchas gentes á oir y ser sanadas de sus enfermedades. 16 Mas él se apartaba á los desiertos, y oraba.
Las personas necesitaban sanidad, consuelo y ánimo, pero Jesús, de manera extraña, dejaba a las multitudes y se retiraba a lugares desiertos para orar. Esto nos enseña que la respuesta a las necesidades de las personas no se encuentra en nosotros mismos, sino en Él. Cuando vamos a la iglesia, no deberíamos ir por el pastor, el mentor o las personas, sino para estar en Su presencia. Si asistimos por las personas y nos decepcionan, podríamos sentir la tentación de no volver. Sin embargo, deberíamos seguir yendo por Jesús porque lo amamos. La verdad es que cuando las personas dejan de asistir a la iglesia debido a escándalos causados por alguien, son simplemente excusas vacías. Verás, la iglesia no es perfecta porque nosotros no somos perfectos, pero Jesús prometió edificar Su iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
Juan 5:19; 19 Respondió entonces Jesús, y díjoles: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada de sí mismo, sino lo que viere hacer al Padre: porque todo lo que él hace, esto también hace el Hijo juntamente.
Sabes, existen al menos cinco palabras griegas que definen el término "hijo", mientras que nosotros tenemos solo una. Estas palabras diferencian entre la descendencia y el hijo maduro (huiòs) capaz de conocer y aplicar la voluntad del padre. A menudo pensamos que somos maduros cuando ya no necesitamos a los demás, pero la verdadera madurez se reconoce por nuestra creciente dependencia de Dios en nuestras vidas. El hijo maduro no puede hacer nada por sí mismo, sino solo lo que ve al Padre hacer en Su intimidad. De hecho, Jesús, en Sus momentos de recogimiento, observaba al Padre sanando y liberando a las personas, y replicaba estas obras públicamente. La iglesia actual carece de milagros porque carece de intimidad con el Padre. Como Jesús, debemos depender completamente de Dios, incluso en la oración. Por lo tanto, debemos convertirnos en hijos maduros, guiados por el Espíritu Santo, como el barro en las manos del alfarero: Dios nos moldea, y debemos ser dóciles y maleables, permitiéndole guiarnos en la oración.
Romanos 8:14; 14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios.
L'apóstol Pablo nos enseña que todos los que son conducidos y guiados, incluso en la oración, son hijos maduros de Dios, por lo que es fundamental para nosotros ser guiados. Cuando vivíamos en nuestra antigua naturaleza, sin Cristo, estábamos dispuestos a tomar iniciativas autónomas e independientes de Dios, pero ahora, con el Señor, todo cambia: ya no debemos actuar solos, sino aprender a depender y ser guiados en todo. Cuando debemos orar por aquellos a quienes no soportamos o perdonar a alguien, nuestra carne se queja, pero el espíritu está dispuesto; esto nos indica que debemos prestar atención a la carne. En el pasado éramos independientes, pero ahora debemos seguir la iniciativa del Espíritu Santo y aspirar a una madurez espiritual similar a la de Jesús. Él es nuestro ejemplo: miremos a Jesús, autor y consumador de nuestra fe, y preguntémonos qué habría hecho Él en cada situación. Jesús no confiaba en su propia sabiduría, sino en la del Padre, confiando plenamente en Él, y nosotros debemos hacer lo mismo, deseando ser como Jesús para que Dios no encuentre obstáculos en nosotros. Cuando maduramos y aprendemos a depender de Dios siguiendo sus inspiraciones, nos volvemos dóciles y listos para actuar según su voluntad sin demora, acelerando nuestro crecimiento espiritual a través de la obediencia, liberándonos de la ansiedad y dejándonos guiar en cada situación. A veces, Dios permite aflicciones para hacernos crecer, y debemos aceptar el proceso, comprendiendo que el crecimiento espiritual puede llevar tiempo y momentos de desierto, como cuando Jesús, después de su bautismo, fue guiado por el Espíritu Santo al desierto durante 40 días de ayuno y oración. Jesús cumplió su ministerio en tres años y medio gracias a su obediencia y atención a la voluntad del Padre, logrando así el propósito de Dios de manera rápida y efectiva. Hablando de los hijos, a veces Dios permite aflicciones para nuestro bien, incluso si podríamos orar en contra de lo que Dios está haciendo. La Biblia nos enseña que todas las cosas cooperan para bien para aquellos que aman a Dios y son llamados según su propósito. Incluso nuestras aflicciones momentáneas cooperan para nuestro bien; al respecto, la Biblia dice que muchas son las aflicciones del justo, pero el Eterno lo libra de todas ellas.
Romanos 8:26-28; 26 Y asimismo también el Espíritu ayuda nuestra flaqueza: porque qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; sino que el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos indecibles. 27 Mas el que escudriña los corazones, sabe cuál es el intento del Espíritu, porque conforme á la voluntad de Dios, demanda por los santos. 28 Y sabemos que á los que á Dios aman, todas las cosas les ayudan á bien, es á saber, á los que conforme al propósito son llamados.
La Biblia afirma que a menudo no sabemos qué ni cómo orar para que nuestra oración sea eficaz, y esto nos hace comprender que para ser escuchados debemos no solo orar, sino también compartir con los demás lo que recibimos, de acuerdo con Su enseñanza que nos hace testigos. El versículo 26 dice que el Espíritu Santo acude en ayuda de nuestra debilidad e intercede con nosotros, lo que significa que no actúa en nuestro lugar, sino que nos asiste y colabora con nosotros. Por ejemplo, cuando necesitamos mover una mesa pesada, Dios pide nuestra participación: si podemos levantar una parte, el Espíritu Santo se posiciona en el otro lado y levanta el resto; así, si podemos levantar 10 kg, Él levantará los restantes 90 kg, confirmando Su ayuda en llevar las cargas que solos no podríamos manejar. Lo mismo ocurre cuando oramos, Él nos sostiene, nos da la fuerza que nos falta y ora junto con nosotros. Si nos sentimos abrumados por las cargas de la vida, es porque las estamos llevando solos, mientras que el Espíritu Santo quiere ayudarnos e invita a compartir nuestras cargas con Él; Jesús dijo: "Vengan a mí, todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso." Cuando comprendemos estos principios, encontramos descanso y somos liberados de la ansiedad, porque el Espíritu Santo está siempre con nosotros, listo para ayudarnos. Saben, no basta con hablar de nuestros problemas con alguien, porque el problema permanece, sino que debemos ir al Espíritu Santo, que es nuestro apoyo, ayuda y consejero. La Biblia nos enseña que no siempre sabemos qué pedir en oración o cómo hacerlo de la manera correcta, y esto no significa que debamos dejar de orar, sino que debemos depender del Espíritu Santo en nuestra vida de oración. Al no conocer el futuro, podemos orar por cosas que deseamos en el momento, pero que podrían no ser en nuestro mejor interés; el Espíritu Santo, que conoce nuestro pasado, presente y futuro, nos guía en las oraciones correctas según la voluntad de Dios y no según nuestros deseos personales. Dios, conociendo mejor que nosotros lo que realmente necesitamos, podría no conceder algunas de nuestras peticiones porque podrían dañarnos; por eso debemos ser guiados por el Espíritu Santo en nuestras oraciones, porque solo las oraciones dirigidas, según la voluntad de Dios, serán eficaces. A menudo, cuando oramos en el espíritu, somos liberados de daños y desastres sin siquiera darnos cuenta. Cuando nos despertamos por la noche sintiendo la inspiración de orar, debemos responder a esa invitación, porque podríamos evitar desastres en nuestra familia o ayudar a personas del otro lado del mundo. Ser sensibles y disponibles a la iniciativa del Espíritu Santo, significa permitirle venir en nuestra ayuda, colaborando con nosotros en nuestras necesidades; Él intercede a nuestro favor, no en nuestro lugar, sino con nosotros, y debemos acercarnos a Su presencia con oraciones sinceras y guiadas.
Concluyamos examinando tres principios que debemos observar cuando oramos:
Primer principio: Comencemos pidiendo al Espíritu Santo que nos guíe en la oración.
Debemos decirle al Espíritu Santo que no sabemos cómo orar y pedirle que nos inspire y revele las verdaderas necesidades de nuestros corazones según la voluntad del Padre, no según nuestros deseos, porque los deseos difieren de las necesidades reales. Esto se debe a que solo conocemos al Padre parcialmente, pero el Espíritu Santo lo conoce plenamente.
Segundo principio: Cuando oramos, permanezcamos atentos a las inspiraciones del Espíritu Santo.
Lo más difícil es mantenernos en silencio, pero es fundamental: quedémonos quietos ante el Eterno y esperemos, sabiendo que Él ha preparado lo mejor para nosotros. Una sugerencia útil es escribir lo que el Espíritu Santo nos inspira durante la oración, teniendo papel, pluma y la Biblia frente a nosotros para registrar las impresiones e inspiraciones que recibimos.
Tercer principio: Presentemos nuestras peticiones al Padre, permitiendo que el Espíritu Santo nos ayude.
Es fundamental estar abierto a Su guía durante la oración, permitiendo que Sus inspiraciones moldeen nuestras súplicas. Cuando estamos en comunión con Dios a través de la oración, podemos estar seguros de que el Espíritu Santo, que conoce nuestras necesidades más profundas, intercede por nosotros según la voluntad del Padre. Aunque no comprendamos completamente lo que Dios quiere impartir, debemos obedecer porque el Espíritu Santo ya sabe dónde quiere llevarnos, y debemos rendirnos a Él.